Esta foto no es bonita, no tiene buena luz, no está bien cuadrada. Es simplemente la realidad. Una realidad que he experimentado más de una vez, la realidad de una persona que menstrua. Detrás de esta foto, hay una anécdota que te quiero contar. Y te tengo que decir que me ha costado mucho publicarla.
Hace poco, estaba de mercadillo y saliendo del bar donde había comprado un bocadillo para comer, la camarera sale corriendo detrás de mí por la calle y me llama. Discretamente al oído, me dice:
"Te ha venido el periodo, tienes una mancha en el pantalón, tápatela con algo."
Sus palabras eran una mezcla de benevolencia, vergüenza y compasión. Ella sabía lo que estaba viviendo, y lo habrá experimentado seguramente más de una vez en su vida, como todas las personas menstruantes. Nadie es perfecto, nadie es infalible.
Hace años que no me había pasado esto, porque conozco mi cuerpo y sé cuándo me va a venir la regla. La ventaja que tengo de llevar un negocio de bienestar menstrual, es la de aprender a conocer mis ciclos, los síntomas de casa fase. Además, soy un reloj biológico, tengo ciclos muy regulares y puedo detectarla algunos días antes de que llegue y prepararme.
No puedo quejarme en este sentido, en general, lo paso bien. Pero ese día, vino antes de lo que pensaba, y excepcionalmente, no sé por qué, no sentí absolutamente nada con antelación y manché.
Cuando era adolescente, tenía mucho miedo de menstruar de vivir esto. Hasta el punto de soñarlo. Miedo a que los otros se burlaran de mí, sobre todo los chicos. Hay que decir que en este periodo de mí vida, no era muy popular. Recuerdo haber pasado días enteros de instituto con el jersey atado alrededor de la cadera para que no se viera la mancha enorme que podía tener en el pantalón.
Claro, era algo muy nuevo, estaba mal informada y no sabía detectar cuándo iba a llegar la regla. Todos los meses me manchaba. Vergüenza, incomodidad, tanto que era incapaz de pedir ayuda, ni a la enfermera escolar, ni a los profesores, y mucho menos a mis amigas.
Y al volver a casa, escondía lo que representa esta foto: lavar las bragas y los pantalones manchados en la ducha. Era tonto porque en casa, menstruar nunca había sido un tabú, y mí madre siempre me había apoyado. Pero vete a saber… lo que siente una adolescente en esos momentos…
Ahora, soy más mayor y mi reacción fue otra. Me reí de la situación. Porque llevo un negocio enfocado en el bienestar menstrual, publico en las redes sociales palabras chulas como la de asumir tu regla, vendo compresas de tela, copas menstruales.
Tengo que dar esta imagen de la mujer menstruante perfecta, que nunca se mancha, que lo vive con alegría… Pues no: me manché y no estaba alegre... Qué casualidad que llegue esto justamente un día de mercadillo. Al principio pensé: "¡qué mala publicidad me hago!"
En fin. Esto me recuerda que no te quiero mentir, ni dar una imagen falsa de mí. Esta mancha no me molestó en absoluto (además, era una mancha pequeña, me di cuenta al volver a casa, casi no se veía). Pero a pesar del negocio que llevo, y el discurso de asumir tu menstruación, me dio vergüenza y seguí el consejo de la camarera: me tapé la mancha con un jersey que tenía de sobra (menos mal que lo tenía).
¿Lo habría hecho si fuera una mancha de café o de salsa? La respuesta está clarísima: NO. No la habría tapado, no te habría contado nada, ni a ti, ni a nadie, porque habría sido tan anecdótica que no le interesaría a nadie.
Y ahí voy y me pregunto:
¿por qué una mancha de sangre se señala discretamente y se tapa?
¿Por qué, a pesar de mi y trabajo y el orgullo que siento de hacerlo, tuve vergüenza?
¿Por qué siento ahora la necesidad de contártelo?
Porque crecí en una sociedad donde menstruar es algo sucio, que tiene que quedar en la intimidad, algo que no se habla. Una sociedad donde es una “cosa de mujeres”, donde la sangre huele mal, y donde te explican que, con la regla, hay muchas cosas no podrás hacer.
Una sociedad donde las protecciones higiénicas aún siguen con una IVA igual que una comida en un restaurante, donde el médico te dice que duele y es normal y donde no te permite el estado tener una baja médica cuando no puedes levantarte de la cama para ir a trabajar del dolor insoportable. Esto es así desde hace miles de años, y para entenderlo tendríamos que investigar nuestro pasado, pero no es el tema de esta entrada.
No soy una excepción en este sentido. Yo también a veces siento vergüenza con mi regla en sociedad. Me pasa esconder mis compresas que se están secando cuando viene alguien a casa. Me da vergüenza ponerme y quitarme la copa delante mi hija de 6 años. Me da vergüenza tener aún vergüenza de estas cosas.
Es muy paradójico, porque me encanta hablar de ello, dar información, apoyar a las personas que lo necesitan. No tengo ningún problema con mi sangre. La vergüenza es social, básicamente. Hasta entrar dentro de mi domicilio, con mi pareja, y sobre todo mi hija. Aunque es todavía joven y le queda tiempo para experimentar la menstruación, uno de los deseos que tengo para ella, es que esté bien con el tema, que no sienta esta vergüenza que tengo, y que crezca en una sociedad donde nadie se burle de la mancha de sangre en el pantalón.
Esto es menstruar y no te voy a vender la moto. No es bonito, no es agradable. A veces duele y es incómodo. Implica organizar tu día entero de otra forma y a veces, sin energía ni ganas de salir. Menstruar es tener una lista larga de síntomas que pueden fastidiarnos. La sangre no es sagrada, tampoco sucia, es sangre y punto.
Pero, sobre todo, recuérdate que menstruar es NATURAL y NORMAL. Lo que me surge de esta experiencia, es la necesidad de normalizar estas situaciones y la menstruación. Normalizar la mancha en el pantalón, igual que si fuera café, empanada, salsa de tomate o chocolate. Que no pasa nada, puede ocurrir y no es grave. Me habría encantado no tener nunca tener la regla, pero la tengo. No hay más remedio.
Esto es menstruar, y a pesar de todo, sin sacralizarlo u odiarlo, hay que aceptarlo. Nada más que esto.